Las cenas de gala más elegantes del mundo
En el mundo de la diplomacia y la realeza, las cenas de gala no son solo cenas. Son puestas en escena donde cada detalle —desde el orden de las copas hasta la distancia exacta entre los platos— está medido al milímetro. Algunas son tan sofisticadas que requieren semanas de preparación, cientos de personas involucradas y vajillas que valen lo mismo que una obra de arte. Aquí repasamos algunas de las más famosas del planeta y sus curiosidades más llamativas.
Buckingham Palace: precisión británica en la mesa
El banquete de Estado en el Palacio de Buckingham es, probablemente, la cena más icónica del protocolo real. Se celebra en honor a visitas de jefes de Estado y tiene lugar, por lo general, en el enorme comedor o en el salón de baile del palacio.
Todo empieza cinco días antes. Sí, cinco. El montaje es dirigido por un ejército de mayordomos, camareros, floristas y jefes de cocina que colocan más de 170 cubiertos por mesa, cada uno con una separación exacta de 45,7 cm. Las copas —seis por persona— se alinean formando una curva perfecta.
Se usa el servicio de mesa de George IV, compuesto por más de 4.000 piezas, y la vajilla de Minton en blanco y dorado. Cada invitado tiene al menos doce cubiertos. Entre los asistentes: miembros de la familia real británica, embajadores, primeros ministros y, por supuesto, el jefe de Estado visitante.

Las cenas de Estado en la Casa Blanca
Aunque con un estilo menos monárquico y más sobrio, las cenas de Estado en la Casa Blanca no se quedan atrás. Cada presidente escoge un nuevo juego de porcelana para su administración, conocido como la “State China”. La de Barack Obama, por ejemplo, fue encargada a Lenox y presentaba bordes azul profundo en honor a Hawái, su estado natal.
Estas cenas suelen reunir entre 140 y 320 invitados. Y, desde los tiempos de Jacqueline Kennedy, se abandonó la clásica mesa imperial por mesas redondas de 10 personas, para fomentar la conversación. Participan artistas, empresarios, senadores y figuras destacadas del país invitado.
Detrás del evento hay un equipo enorme: floristas, cocineros, encargados del protocolo y del diseño de mesas, y la supervisión directa de la Primera Dama.

Palacio de Versalles: cuando la historia se sirve a la mesa
Francia también sabe montar un buen espectáculo. Los banquetes en el Palacio de Versalles, aunque esporádicos, son un despliegue de opulencia. El más recordado de los últimos años fue el que Emmanuel Macron ofreció al rey Carlos III.
Se celebró en el Salón de los Espejos, con una mesa larguísima iluminada por candelabros altos y flanqueada por arreglos florales que parecían salidos de una pintura rococó. La vajilla era Limoges, la cristalería Saint-Louis y cada cubierto seguía la etiqueta clásica francesa. En total, unos 150 invitados entre miembros del gobierno, artistas, intelectuales y empresarios.

El banquete Nobel en Estocolmo
Menos político, pero igual de refinado, es el banquete que cada 10 de diciembre se celebra en honor a los ganadores del Premio Nobel. Tiene lugar en el Salón Azul del Ayuntamiento de Estocolmo y reúne a más de 1.300 personas.
El menú es siempre un secreto, pero lo que sí se sabe es que cada plato se sirve con una sincronización impecable por más de 200 camareros vestidos de gala. Luego, la celebración sigue en el Salón Dorado con música en vivo y baile. Todo se transmite por televisión y se convierte en un evento nacional.

¿Y qué hay detrás del glamour?
- La vajilla no se improvisa: en la mayoría de estos eventos, se usan juegos únicos fabricados a medida. Algunas colecciones tienen más de 4.000 piezas.
- El montaje es un arte: en Buckingham, por ejemplo, el protocolo dicta la distancia exacta entre los elementos, e incluso la inclinación de las copas.
- Los cubiertos pueden sumar hasta 12 por persona: uno para cada plato, postre y bebida.
- Los centros de mesa no son solo flores: en algunas cenas, como las del Palacio Real en Madrid, se incluyen piezas de plata o porcelana del siglo XVIII que no se usan, pero decoran.
- El presupuesto importa: solo el servicio de vajilla de la administración Reagan costó en su momento más de 200.000 dólares.
Inspiración para la mesa cotidiana
Aunque estos banquetes parecen lejanos, nos recuerdan que poner la mesa también puede ser un arte. En Alumar, sabemos que una buena vajilla, unas copas bien elegidas y una mesa bien puesta pueden transformar cualquier comida en un momento especial.

Y sí, también tenemos copas, vajillas y cubiertos que —aunque no cuesten lo mismo que los de Buckingham— están diseñados para que tu mesa se vea igual de espectacular.
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